En una reciente conversación organizada por el Instituto Milenio MICARE, la investigadora Alejandra Inostroza, académica de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile, junto a Karina Gómez, gerenta social y comercial de Fondo Esperanza, abordaron el problema de la informalidad laboral femenina.
Alejandra Inostroza destacó entre los hallazgos más relevantes de su investigación que en contextos de alta precariedad y sobrecarga, las mujeres encuentran en el autoempleo informal una forma de subsistir y compatibilizar su vida laboral con el trabajo no remunerado.
La informalidad laboral para las mujeres en Chile no es una elección, sino que “una salida forzada dado trayectorias familiares, responsabilidad de cuidado y también, la ausencia de redes de apoyo”, comentó la académica.
La crisis del cuidado agregó Karina Gómez, ha significado que, en promedio, las mujeres emprendedoras dedican tres veces más tiempo que los hombres al cuidado y las labores domésticas, lo que repercute directamente en sus ingresos: “por dedicarle menos tiempo al emprendimiento y más al cuidado, está ganando 30% menos en su emprendimiento”.
Sumado a la sobrecarga de trabajo no remunerado, las expertas coincidieron en que otra de las principales barreras para la formalización es la baja alfabetización digital. Gómez comentó que la inclusión financiera hoy no puede pensarse sin inclusión digital. “En la medida que no abordemos la digitalización se va a generar un nivel de exclusión mucho más profundo del que hoy día tienen las emprendedoras”, dijo.
La experta añadió que “diseñar programas que tengan al centro el acceso, pero también la alfabetización y el acompañamiento en esta digitalización son vitales a la hora de incluir”.
¿Cómo se puede avanzar hacia la formalización?
Para las expertas se requieren políticas intersectoriales que integren las dimensiones del trabajo, el cuidado, la inclusión financiera y la digitalización.
“Necesitamos políticas públicas que miren el territorio, que escuchen a la mujer en sus contextos, que articulen las dimensiones de trabajo, cuidado y género, pero también de la comunidad, porque claramente la informalidad no es sólo una cuestión de empleo, sino que es un síntoma de las desigualdades más amplias en nuestro país”, destacó Inostroza.
La urgencia de revisar los enfoques de capacitación y romper con la idea de que las mujeres solo pueden emprender en rubros tradicionalmente feminizados como la panadería o la peluquería y abrir nuevas oportunidades en sectores más rentables fue otro aspecto planteado por Gómez. “Tener emprendimientos que están asociados a rubros menos rentables y que generalmente son asociados a rubros que están género normados, claramente lleva a tener un loop en torno a la no productividad de estos emprendimientos y a la no rentabilidad”, afirmó la experta.